Mirarme al espejo solía ser un ejercicio de valentía. Cada día, mi reflejo me recordaba las manchas rojas y las escamas que cubrían mi piel; un constante recordatorio de que algo tan simple como vestirme con una camiseta de manga corta o ir a la playa podía convertirse en un episodio de vergüenza.
No sabía cuándo empezó exactamente, pero lo que sí recuerdo son los comentarios, las miradas incómodas, y esa sensación punzante de querer desaparecer en medio de una multitud. (tratamiento de la psoriasis) La psoriasis no solo marcaba mi piel, sino que también se instaló en mi confianza.
Busqué respuestas por años. Pasé por tratamientos que no daban resultados, dietas que prometían soluciones mágicas, e incluso remedios caseros que solo empeoraban la situación. Con cada intento fallido, el desánimo crecía, y empecé a aceptar que quizás mi vida siempre estaría condicionada por esta enfermedad.
Pero un día, en medio de una conversación casual, escuché sobre un tratamiento que sonaba diferente. Al principio fui escéptico, lo admito. ¿Cuántas veces había escuchado historias similares? Aun así, algo dentro de mí me llevó a intentarlo.
Lo que vino después fue transformador. Semanas después de iniciar este nuevo tratamiento, noté cómo mi piel comenzaba a responder. Las lesiones se desvanecían poco a poco, y con cada cambio positivo, una chispa de esperanza se encendía en mí. No solo veía resultados físicos, sino que por primera vez en años, sentí que recuperaba el control de mi vida.
Hoy, mi batalla con la psoriasis es parte de mi historia, pero ya no define quién soy. Por eso decidí compartir este relato, no como una solución universal, sino como una invitación a no rendirse. Si estás leyendo esto y te identificas con mi experiencia, quiero que sepas que hay luz al final del túnel.
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